El origen del caballo de sangre caliente es la raza árabe, que se extiende al Norte de África y la Península Ibérica por la Yihad o expansión de la cultura y el poder árabe en los siglos VII y VIII de la era cristiana. El contacto con las razas autóctonas u originarias de
esas dos zonas geográficas, (el caballo Sorraia en Iberia, según los estudios realizados por el caballero portugués Ruy de Andrade) propicia el nacimiento del caballo Bereber en Marruecos y del caballo Andaluz en Iberia, razas muy similares en aspecto, morfología y comportamiento.
En el resto de Europa está implantado el primitivo caballo Forestal de sangre fría, anatomía pesada y movimiento lento.
El caballo, que la expansión de la Corona Española extiende al centro de Europa y a Italia en los siglos XVI y XVII, es el Andaluz, adoptando la nobleza y diferentes cortes como caballo de “distinción”, caballo de reyes. Este prestigio del caballo Andaluz conlleva su cruce con el caballo pesado o Forestal, germinando las razas Bayo de Cleveland en Inglaterra, Frisio en los Países Bajos y Kladruber en Centro Europa, así como el caballo Napolitano en Italia y el Lipizano en el Imperio Austro-Húngaro.
En los siglos XVIII y XIX, con la introducción de la artillería, cambian las estrategias militares y se precisa de una caballería rápida e incisiva y no pesada y lenta. Por ello, ingleses, polacos, húngaros y franceses refrescan sus razas pesadas con la introducción del caballo árabe, y generan cuatro nuevas razas de caballos de sangre caliente: en Polonia y Prusia el Trakehner, en Hungría el Nonius, en Francia el Silla Francés y en Inglaterra el Pura Sangre Inglés, caballo este determinante en las razas de deporte y de arma de caballería que nacen en los siglos XIX y XX, sobre todo en el centro y norte de Europa, cuando se cruza con caballos todavía pesados y de sangre fría, dando origen al
Oldenburgués, Holsteiner y Hannoveriano.
Incluso el propio caballo Andaluz se cruza con el Pura Sangre, partiendo de los Mustangs, Cimarrones y salvajes de las praderas de Norteamérica, que descienden directamente de los caballos que transportan por mar los conquistadores españoles, dando el cruce origen al famoso Quarter de Milla, el potente y paciente caballo que vemos en las películas conduciendo las piaras de vacas por las praderas y montañas americanas. Lositalianos, siempre perspicaces y sensibles a las innovaciones que enriquecen y mejoran sus razas, refrescan la sangre andaluza del caballo Napolitano, barroco y pesado, con Puras Sangres, creando la raza Salerno, más estilizada, funcional y rápida.
De este repaso sobre las razas originarias de caballos (árabe, andaluz, de tiro o forestal), y la raza derivada pura sangre inglés, tan importante como las tres originarias en las subrazas que nacen a partir de la Revolución Francesa, vemos que todas ellas se han cruzado entre sí, excepto la raza árabe y el caballo andaluz.
El lector, con buena memoria histórica, creerá que la conquista de la Península Ibérica por las tropas musulmanas, que capitanean los caudillo árabes Tarik y Muza destroza esa afirmación. Pero historiadores andaluces como Antonio Domínguez Ortiz nos recuerda que los territorios hispanos los invaden mayoritariamente tribus berberiscas del Norte de África, aunque comandadas por algunos pocos, jefes de origen árabe. Este hecho histórico explica la similitud morfológica, temperamental y racial del caballo andaluz con el berberisco, pero no con el árabe de Oriente Medio, que no llega a España hasta que inquietos oficiales del arma de caballería lo importan a final del siglo XIX, tal y como gráfica y maravillosamente relata el Capitán Azpeitia de Moros en su libro “En busca del caballo árabe”.
Por ello, al aficionado al caballo y al estudioso de su historia se le plantea una difícil pregunta por lo ilógico de su respuesta: “¿Por qué nunca se han cruzado dos razas originarias tan marcadas, influyentes, diferentes y complementarias como la española andaluza y la árabe?” Si además tenemos presente que el caballo árabe criado en España, el internacionalmente conocido como “Pure Spanish”, es uno de los más prestigiosos y cotizados en el Mundo al mismo nivel que puedan estar los árabes polacos, húngaros o ingleses de Crabbed Park, la ausencia de cruce entre ambas razas ya no sabemos a que prejuicio, falta de juicio o maleficio se puede deber.
Para llenar esta laguna un grupo de aficionados, románticos e inquietos, al caballo noble, resistente, esbelto, fino y fuerte, hemos intuir que estas virtudes pueden ser el fruto de cruzar estas dos razas originarias, que, hasta ahora, oficialmente, nunca se habían cruzado, persiguiendo con ello la obra de arte que debe ser el caballo Hispano-árabe. El faro, la luz, la meta de nuestros afanes ganaderos nos la marca el caballero que mejor conoce nuestros corceles, D. Alvaro Domecq y Díez en el prólogo del libro Caballos en España. “El caballo español cruzó a la perfección con el árabe y se consiguió una obra maestra el Hispano árabe, que aligeraba la raza y la dotaba de mayor velocidad, sin perder ni un ápice de arrogancia”
José Ignacio Miguel del Corral
Miembro de la Junta Directiva de la U.E.G.H.a